Lo he experimentado muchas veces: Basta que un traductor reclame por la adopción irreflexiva de un término extranjero para que lo acusen –con igual ligereza- de ser purista, sin importar que en nuestro idioma exista una palabra perfectamente fiel al sentido del extranjerismo bastardo de turno, mismo que el común de la gente no entiende, por lo menos no sin explicaciones y toda clase de apoyos adicionales que serían innecesarios si descansáramos en nuestra lengua materna.
Por lo mismo, ni en público ni en privado había manifestado mi objeción al creciente uso de la palabra bullying en Chile, primero en los medios de comunicación y hoy, incluso en las conversaciones más cotidianas.
El debate generado en torno a este gravísimo problema de convivencia escolar me parece excelente. Lo que me desagrada es la paradoja en la cual, por un lado, se masifica la palabra bullying y, con ello, la sensibilización en torno al problema y, por otro lado, cada vez nos alejamos más del verdadero significado del término, que no es otro que matonaje escolar.
La inspiración me vino el pasado 22 de septiembre, mientras veía televisión abierta, cuando me topé con un argumento planteado por una especialista de un campo muy distinto al mío, lo cual me hizo prever que ya no podré ser tildada –al menos no tan fácilmente– de purista.
En el programa Gente Como Tú de Chilevisión, la psicóloga Pamela Lagos insistió en usar el término matonaje, porque al emplear el inglés bullying, pareciera -explicó- que le tratamos de restar importancia al problema. No puedo estar más de acuerdo con ella y esta vez, no sólo como traductora, sino como ciudadana.
Es como si el mundo estuviera al revés, porque mi mamá, una ávida consumidora de noticias que sólo habla su primer idioma, se esfuerza por pronunciar bien la palabreta esta y me mira con cara de pregunta cada vez que lo hace, como si esperara un gesto de aprobación de mi parte y, lo peor de todo, como si el asunto fuera algo nuevo, desconocido, para lo cual precisamos de un injerto anglo. ¿No deberían los demás, partiendo por los medios de comunicación, esforzarse un poquito más y usar la palabra que sí existe en nuestro bello idioma y que, finalmente, todos entenderían? Con tanto implante lingüístico forzado, surgen engendros idiomáticos incluso en círculos de expertos.
En el fondo, ni siquiera sería por el uso de una traducción correcta; sería por el honesto acto de llamar pan al pan y vino al vino, en vez de disfrazar la realidad con palabras que muchos juzgan más estilosas y menos crudas, aunque –creo yo– eso sólo es una ilusión causada por el hecho de que las comprendemos menos.
En otras palabras, no es lo mismo que acusen a tu hijo de «hacer bullying» que de ser un matón escolar, con todas sus letras. Apuesto a que si analizáramos las opciones terminológicas desde la óptica de la víctima, concluiríamos que hablar de matonaje tiene un efecto más sanador.
Lamentablemente, la valiosa intervención de Pamela Lagos fue opacada -y apocada- por la porfiada actitud de los conductores del programa, María Luisa Godoy y Leo Caprile, quienes optaron siempre por replicar con el conocido «hacer bullying«, en todas sus formas, conjugaciones y variantes posibles.
Al día siguiente, y mientras anotaba las principales ideas que quería compartir en este artículo, me iluminó un rayito de sol, con el cual me sentí un poco menos en el papel de Quijote luchando contra molinos de viento, ya que el Gobierno de Chile está hablando de violencia escolar. Sin embargo, persisten espacios, como el programa infantil Cubox de Canal 13, con campañas que invitan a sus pequeños televidentes a sacar la voz y decir no al bullying.
Digamos las cosas por su nombre: El (indudablemente también atormentado) pequeño agresor que tiene de casero a otro compañerito de colegio para quitarle la plata, la colación, la ropa o simplemente para golpearlo o humillarlo en cualquier otro modo es un vil MATÓN, ni más ni menos.
No estoy desconociendo los esfuerzos de distintos actores sociales por darle visibilidad a este tema, pero discrepo de los caminos escogidos. Tengo la convicción de que para hacernos cargo del problema en serio, debemos recordar que el lenguaje también construye realidades (o las maquilla y las distorsiona).
Mejor dejemos de hablar de bullying y comencemos a incorporar matonaje escolar a nuestro vocabulario activo.
Quienes consideren que matonaje escolar es una exageración siempre podrán recurrir a los eufemismos disponibles: violencia escolar, acoso, hostigamiento, maltrato, amedrentamiento, etc.
Con una dosis de valor y sinceridad, mataríamos dos pájaros de un tiro: Preservar nuestro bello idioma y dejar de esconder la cabeza como las avestruces.
ALEJANDRA